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Bienvenidos a Ce-Xuchic, un sitio cuyo objetivo es contribuir de manera modesta a la información disponible en Internet sobre el municipio de Juchique de Ferrer, Veracruz.

martes, 18 de diciembre de 2007

La raíz


LA RAIZ

Ce-Xuchic-C es una palabra del idioma náhuatl que significa En una Flor. Una flor es una fecha del calendario tanto civil como religioso de los pueblos totonaco y tolteca.
Con el paso del tiempo la palabra declinó en Juchique, quizá influenciada por algún grupo autóctono de los muchos que habitaron por estos rumbos. El antropólogo y lingüista Román Güemes Jiménez, que es investigador del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana opina que posiblemente la raíz provenga de Xochihquetl, El Danzante, el que hace flores, el florero, el que se embellece, el que se enflora con canto y danza. (Xochitl= flor, quetl= agentivo, o sufijo, como cuando decimos El camion=ero, el cohete=ro. Por su parte, el antropólogo Roberto Williams García más breve, opina que Juchique debiera pronunciarse Xochico, sitio de Xochitl de las flores pero el nombre de nuestro municipio es ese: Juchique de Ferrer, Veracruz. Ocurrió lo mismo que con Xallapan, Nahui-Ollin-C, Téotl-Océlotl o tantos otros.
Tribus chichimecas que padecían escasez de alimentos en el altiplano llegaron por estos rumbos allá por 1454 buscando tierras más fértiles y se esparcieron por todo el Totonacapan en lugares cercanos al Golfo de México. En donde hoy es nuestro municipio se registraron varios asentamientos y de ello nos dan cuenta vestigios diseminados por toda esta zona. Alrededor del cerro Escuingo buscaron acomodo varias aldeas, siendo las principales Ce-Xuchic-C y Cihuacoatlan, nombre este último que traducido al español quiere decir Mujer Culebra o Mujer que da a luz Gemelos, quizá porque junto al Escuingo hay otro cerro, su cuate. Con este nombre de Cihuacoatlan se conocía antiguamente esta región porque se identificaba fácilmente con el cerro que hasta la fecha es emblemático del municipio. También por este rumbo existieron Nahuiotlica, Quinamiquiatl, Tepotzintepec, Tzopilotlan, Yeitzcuingo y un poco más alejado se localizaba Zopilotepec por el rumbo de lo que hoy es El Carmen, El Chaparral y Cajón de La Pita; todos ellos así como Xacaltepec, que hoy es Dos Arroyos, Ce-Xuchitlan, por La Flor y Plan de La Flor, Huitzitepec, Mazatetlan, integraban una comunidad que era gobernada por Xochitl-Quezmetl, el emperador de la Camisa Floreada.
A la llegada de los españoles en 1519 estos asentamientos reunían más de cinco mil habitantes pero a partir de entonces la vida de los naturales cambió radicalmente. La viruela, enfermedad que los nativos denominaron Matlazahuatl (sarna verde), así como la explotación a que fueron sometidos empezaron a diezmar la población y poco a poco fueron desapareciendo las aldeas y sus habitantes. Francisco de Egía, integrante de la expedición de Pánfilo de Narváez trajo por estas tierras la viruela que casi arrasó con los habitantes de Ce-Xuchic-C. Algunos sobrevivientes se disgregaron por distintos rumbos hacia la playa y otros a la montaña. Los hombres, mujeres y niños que por aquí quedaban se los llevaron los conquistadores por la fuerza a Misantla o a la Villa rica de la Veracruz a trabajar en la construcción de templos y casas para los conquistadores por lo que la población se fue extinguiendo por estos lares.
Pero de la existencia de estos pueblos hay hasta la fecha muchos testimonios por todos los rumbos del municipio. Tiestos, cementerios, figuras de barro y de piedra que plasmaron de sus dioses, de jugadores de pelota, de personajes importantes se han encontrado en Xihuitlán en el cerro de La Botella, en el cerro de La Morena, en Laguna de Farfán, El Cofre, cerro Escuingo, cerro Amarillo y alrededores de la cabecera municipal como Arroyo Hondo, camino a La Reforma, Santa Rosa Norte.
A los pocos años de que llegaron los conquistadores españoles a someter a los naturales de toda esta zona baja de la sierra, fue fundado en Jalapa el Convento de San Francisco en 1534 y los evangelizadores se esparcieron por todos los rumbos a enseñar la doctrina cristiana; mientras combatían las creencias de los indios, destruían sus ídolos y perseguían a los reacios que no aceptaban esta religión. Con los conquistadores llegó igualmente el Corregidor, un alcalde con funciones gubernativas que era enviado por el rey de España y que en el caso de Juchique; quitó a nuestro gobernador de la Camisa Floreada para ponerse él. Traía el encargo de vigilar que todos los indios recibieran las enseñanzas de la religión católica y a cambio procurarles ropa y sustento. Ya se sabe el trato que recibieron los nativos: humillación, despojo, sometimiento a los conquistadores, injusticia; por lo que los naturales huían a otros pueblos, acosados por la explotación de los españoles, por las exigencias de la doctrina, porque eran obligados a prestar servicios personales y porque debían además pagar tributo. Por todo esto los pobladores de estas tierras emigraron y la región quedó casi sin habitantes.
Uno de estos Corregidores, don Diego Pérez de Arteaga, hizo en 1579 la Relación de Misantla a petición del Virrey don Martín Enríquez de Almanza que aparece publicada en el cuaderno número Ocho de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana, con notas del profesor David Ramírez Lavoignet. Responde don Diego a un cuestionario de cincuenta preguntas y allí informa detalladamente de la forma en que vivían los habitantes de toda esta parte baja de la sierra: Misantla, Juchique, Colipa, Vega de Alatorre, Yecuatla y otros pueblos.
Dice don Diego que por los relatos que le hicieron los naturales y las pinturas que le mostraron, los primeros pobladores de estos rumbos vinieron “de hacia México” y que eran chichimecas. “Es gente de muy poco endendimiento; no quieren más de beber y comer; siembran lo que les basta hasta otra cosecha de maíz; huyen del trabajo; andan todos descoloridos; hablan todos la lengua totonaque”. “En tiempos de su gentilidad eran del rey de México Motezuma. Tributábanle cada un año, cuarenta cargas de liquidámbar para sahumerios y cada carga tendría cuatro arrobas. Al cacique y señor del pueblo le daban servicio de todo lo que había menester, sin faltarle nada. Juntábanse todo el pueblo y hacían una gran sementera para el Señor del Maíz. Adoraban ídolos de piedra y de palo, hechos a manera de demonios; sacrificábanles hombres y muchachos, sacábanse mucha sangre delante de los ídolos, que se sacaban de todos los miembros. Tenían de costumbre, al adúltero majarle la cabeza con piedras, y al ladrón desterrarlo del pueblo; no castigaban otros pecados”.
“El propio señor del pueblo los gobernaba; no salían de su mandato; dicen nunca tuvieron guerras, y así no peleaban. Andaban los más desnudos y embijados a manera de demonios, si no eran los principales que andaban vestidos como andan ahora con sus mantas y camisas y zaragüelles de algodón, que se da mucho en el pueblo. En tiempo de su gentilidad comían sapos y culebras y otras muchas sabandijas; ahora ya no las comen. Las enfermedades más comunes que les dan son calenturas, de que mueren; los más que mueren no hacen remedio más de salirse al río a bañarse y meterse en baños de que usan mucho (los temascales); muy pocos se sangran y si se sangran es de la cabeza. No hacen otro remedio”.
Muy interesante resulta enterarse en esa Relación de Misantla, de que el municipio de Juchique, entre las congregaciones de El Carmen y el Cerro Cofre se levanta la sierra de Chichimecas, nombre que sugiere la estancia de aquellas gentes primitivas. Que nuestro río Juchique fue llamado originalmente Tzinacánatl, río de los Murciélagos, y Yeguascalco, “En la casa de las Yeguas”. Güemes Jiménez cree que la palabra correcta es Yauhaltic o Yehualtic, “redondo o circular, .”en las casas circulares o redondas.
Que desde tiempos remotos Misantla ha sido cabecera de todos estos pueblos situados en la parte baja de la sierra y que ha tenido jurisdicción sobre estas tierras y sus habitantes por medio del gobernador del pueblo que al llegar los españoles recibió el apoyo del Corregidor. La jurisdicción se reducía a las llamadas de comunidad indígena, donde estaban asentados los pueblos. Pero con la conquista estas tierras pasaron a manos de españoles por medio de las mercedes y los gobernadores de indígenas perdieron su autoridad y pasaron a depender de las decisiones del Corregidor. Así, los tributos que estos pueblos debían pagar al emperador Moctezuma fueron suplidos por la explotación que el español ejerció sobre los naturales y en lugar de las cuarenta cargas de liquidámbar, también llamado Xochiocótztl que se usaba como incienso o como medicina, ahora debían tributar al conquistador los productos del río como bobo, camarón y otras especies que abundaban, así como maíz, frijol, chile, pipían, cacao que aquí producían y hasta oro; además debían acudir a la doctrina y a los “divinos oficios” que se impartían en Misantla. Es de imaginar las penalidades de los naturales que por ejemplo vivían en el poblado llamado Chicueytochpan que se encontraba en los límites de Juchique, Vega de Alatorre y Alto Lucero en la ya citada sierra de Chichimecas llevar a cuestas estos tributos, aportar su faena en la construcción de las iglesias y acudir a la doctrina hasta Misantla. Seguramente muchos preferían remontarse, refugiarse en las montañas y otros huir a los pueblos vecinos, por lo que esta zona fue quedando sin habitantes, los pocos que quedaban acudían a prestar servicios personales a los españoles recibiendo malos tratos y humillaciones sin fin. Los que enfermaban de viruela eran replegados a un solar que se ubicaba hacia el norte de Ce-Xuchic-C al otro lado del río. Las tierras fueron repartidas en mercedes o parcelas de ganado mayor. Un sitio de ganado mayor equivalía a 1755 hectáreas y generalmente los beneficiados eran funcionarios o militares que vivían en ciudades lejanas por lo que es de suponer el abandono en que se encontraban los terrenos.
La abundancia de humedad, la escasa intervención de la mano del hombre para cultivar la tierra dieron a la naturaleza amplia libertad para manifestarse a plenitud durante más de dos centurias, ya que desde esa Relación que hace don Diego Pérez de Arteaga en 1579 hasta muy avanzado el año de 1800 son muy pocas las noticias que se tienen sobre cómo se fue desarrollando la vida en nuestro municipio. Ciertamente las autoridades tanto civiles como religiosas nunca dejaron decaer su influencia sobre los habitantes de las localidades existentes pero al paso de los años los documentos donde se asentó la historia de toda esta porción de la sierra de Misantla, han sufrido deterioro o se han extraviado por lo que los datos son escasos.
Mientras tanto, decíamos, el abandono en que se encontraban estas tierras dado que sus dueños no podían atender extensiones tan grandes de terreno y los moradores eran pocos, propició que el desarrollo natural se diera ampliamente pues los nativos solo ocupaban pequeños espacios para sembrar maíz, frijol, chile. La situación geográfica de nuestro municipio en las faldas de la sierra de Chiconquiaco le permite captar buena parte de la humedad que acarrean los vientos del norte. Esta humedad desciende suavemente desembocando en el río Yeguascalco o Juchique y finalmente en el Golfo de México pero a su paso se manifiesta en multitud de veneros, manantiales que luego se convierten en arroyos irrigando permanentemente la tierra y con ello propicia la manifestación de la naturaleza: árboles de proporciones increíbles, animales de tierra y aire en cantidades impresionantes, los ríos y arroyos produciendo alimento sin cesar; frutas, verduras, animales de tierra y aire en cantidades que rebasaban con mucho la capacidad de consumo de los habitantes.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Saludo



Contraportada de Ce-Xuchic-C (En una flor). Pesquisa de la historia de Juchique. Se incluye el texto del saludo de la obra.


SALUDO

Personal de la Dirección General de Culturas Populares hizo en el municipio una pública invitación para participar en la difusión de los valores culturales y aprovechamos esa magnífica oportunidad para incursionar en la investigación de la historia de Juchique, logrando reunir el presente testimonio que esperamos llene el vacío que existe en este renglón.
Así iniciamos esta apasionante labor que nos ha proporcionado una grata experiencia al permitirnos acercarnos a muchos habitantes del municipio, quienes generosamente han aportado sus conocimientos sobre los hechos relevantes que han ocurrido en estos contornos y que aquí hemos tratado de asentar con fidelidad, con imparcialidad, tratando de interpretar la definición que hace el diccionario de la lengua nuestra: Historia es el relato de los acontecimientos y de los hechos dignos de memoria.
La emoción que nos ha proporcionado enterarnos del desarrollo del municipio de Juchique de Ferrer esperamos transmitirla en las siguientes páginas. Hemos puesto en esta obra todo nuestro empeño, anteponiendo siempre el deseo de corresponder al desprendimiento, la conmovedora hospitalidad que es característica de los habitantes del municipio, de quienes esperamos comprensión para nuestra labor.
Agradecemos sinceramente la colaboración que nos brindaron el antropólogo Román Güemes Jiménez, el psicólogo Pedro Contreras Delgadillo, el profesor Marciano González Aguilar, la licenciada en biblioteconomía Adriana Viveros Fernández, la profesora Esther Sixta Böehler Suárez, quienes comedidamente y sin regateos nos asesoraron en la realización de este trabajo. Muchas gracias. Tratando de hacer fluida la lectura de esta Pesquisa de la Historia de Juchique, evitamos citar las fuentes en cada página, incluyéndolas al final del libro. Por esta desconsideración al trabajo de otros autores ofrecemos disculpas cumplidas.

El autor.

Pesquisa de una historia de Juchique



Portada de la única monografía conocida hasta la fecha sobre Juchique de Ferrer. El autor, Don Rafael Viveros Díaz, es cronista del municipio.
Referencia: Viveros Díaz, R. (2000). Ce-Xuchic-C (En una flor). Pesquisa de la historia de Juchique.México: CONACULTA. Dirección General de Culturas Populares. Unidad Regional Xalapa.